Prédica: 2 Coríntios 3.12-4.2
Leituras: Êxodo 34.29-35 e Marcos 9.2-9
Autor: René Krüger
Data Litúrgica: Último Domingo após Epifania
Data da Pregação: 26/02/2006
Proclamar Libertação – Volume: XXXI
1. Introducción
Esta unidad de texto pasa de una tipología antitética construida sobre el término clave velo con afirmaciones negativas sobre el ocultamiento por Moisés a la afirmación del desvelamiento pleno de la gloria del Señor por la proclamación abierta del evangelio.
El razonamiento es claro: la proclamación de Moisés produjo entorpecimiento; en cambio, la proclamación apostólica produce conversión
– precisamente de los embotados. En los vs. 17-18 Pablo insiste en la excelencia del encuentro con el Señor – más precisamente, con el Espíritu del Señor; y en la transformación por ese Espíritu, que es un poder liberador que abarca toda la vida.
Hacia el final de la unidad, en los dos primeros vs. del cap. 4, Pablo muestra las consecuencias de sus afirmaciones precedentes.
2. Repaso exegético
3.12-13: Interpretando alegóricamente el velo con el que se cubría Moisés en ocasión de la entrega de la Ley del Sinaí (Ex 34,33) en el sentido de que el Legislador quiso ocultar a los israelitas el carácter transitorio del pacto del Sinaí, Pablo insiste por oposición en el carácter abierto, franco y seguro de la proclamación del evangelio. Emplea el término griego parrêsía, franqueza, seguridad, también valentía (en dativo tiene sentido adverbial: abiertamente, claramente, públicamente, libremente, con confianza). El apóstol parece responder aquí el reproche de que no predicaba con franqueza y abiertamente. Más adelante (2 Cor 4,3) devolverá sutilmente la crítica a sus oponentes, señalando que lo que le reprochan – el evangelio “cubierto”– se aplica a los que se pierden, es decir, a ellos mismos.
El texto echa luz sobre ciertos conflictos internos del cristianismo primitivo. El tono que subyace es polémico, ya que Pablo se enfrenta con personas que quieren minar su ministerio. Incluso le reprochan su poco “éxito” (véase la referencia velada a los muchos en 2.17). Estos oponentes también se presentaban como siervos de Cristo; pero se movían en un esquema triunfalista, poderoso e impactante; acaso con un Moisés comprendido como theîos anêr, hombre divino. En cambio, Pablo no tenia “presencia gloriosa”. Se presentaba en la fragilidad derivada del Crucificado mismo; pero en esta debilidad Pablo hablaba y actuaba con franqueza, seguridad, valentía.
Cabe destacar que la interpretación del velo desarrollada aquí por Pablo no tiene paralelo en la explicación judía de Ex 34. Se trata seguramente de una construcción paulina.
3.14: La ley de Moisés se leía regularmente en las sinagogas. Pablo atribuye ahora otro carácter alegórico más al velo de Moisés, indicando que éste continúa cegando la comprensión del antiguo pacto, cosa que se resuelve positivamente en Cristo.
La formulación el antiguo pacto para designar la Torá es totalmente excepcional. El contexto le otorga un claro cuño peyorativo. Ni siquiera contiene la idea de preparación, pues en este contexto y por oposición a nuevo, antiguo simplemente hace referencia a superado. Esta formulación, acuñada por Pablo quizá sobre la base de Jer 31,31, volvió a aparecer recién poco antes del año 190 en un escrito de Melito de Sardes; pero a partir de allí hizo escuela y se instaló (casi) definitivamente en el imaginario cristiano.
Aquí aflora, pues, un reflejo de la relación conflictiva entre las comunidades judías de aquel entonces y la joven iglesia cristiana, relacionada con la discusión acerca de la correcta interpretación de la revelación y llevado a cabo entre quienes sostenían que ésta se vincula con la figura de Jesús de Nazaret, el Mesías crucificado y resucitado, y quienes rechazaban esta adhesión. La lectura cristiana del conjunto de textos revelados que fueron llamados Antiguo Testamento es la interpretación cristológica de los escritos del pueblo se Israel. Su núcleo radica en la afirmación que lo que anuncian esos textos – sobre todo algunos profetas – se cumplió en Jesús. A partir de esta afirmación del cumplimiento de las Escrituras, la interpretación cristológica se extendió a numerosos textos del AT. Quienes no aceptaban a Jesús como Mesías negaban esta aplicación. A nivel hermenéutico, estamos ante un conflicto de interpretaciones, imposible de resolver mediante la mera razón, ya que entran en juego adhesiones personales, convicciones íntimas, la socialización religiosa, la adhesión a la Torá como revelación final en contra de su incorporación en un plan preparatorio de la revelación final en Jesucristo, etc. Con el correr del tiempo, también entraron a pesar fuertemente razones de poder, política, economía y otras para nada “bíblicas”; y todo ello es una pesada hipoteca para el diálogo actual entre las dos religiones.
Trabajando sobre estas diferencias, Pablo también explica a su manera la inquietante pregunta acerca del porqué de la falta de respuesta a Jesucristo por parte de la mayoría de sus correligionarios judíos.
3.15–16: La plena gloria, presente en la ley, no puede ser “captada” por la naturaleza humana, que se mantuvo inalterada desde los días de Moisés. La transformación que hace posible “acceder” a esa gloria es representada simbólicamente por el corrimiento del velo y obrada por Dios con la conversión a Cristo. La formulación será quitado, en pasivo divino, contiene la referencia implícita a la actuación de Dios. En esta concepción influye también de alguna manera lo anunciado por Jer 31.31-34 con su representación de la ley escrita en el corazón.
Es importante registrar que Pablo de ninguna manera cierra la puerta a su propio pueblo. El endurecimiento es figura tradicional – el pueblo fue así en el desierto, pero ésta no será su actitud definitiva.
3.17: En este versículo de tipo “paréntesis” Pablo emplea un método judío de interpretación común en su época, estableciendo la correspondencia entre las figuras de ambos testamentos. El Señor del momento de Moisés corresponde al Espíritu que actúa hoy.
3.18: Entre los griegos circulaban muchas historias de personas de las
que se afirmaban que habían pasado por una “metamorfosis” o transformación. Algunos filósofos, por su parte, hablaban de la transformación hacia la esfera divina mediante la contemplación de cosas divinas. Los textos de Qumrán dicen que los justos reflejan el resplandor o la gloria divina. Pero aunque Pablo podía estar presuponiendo estas concepciones en ambientes cristianos (a excepción de la divinización), la base de su imagen es simplemente el reflejo de la gloria de Dios por Moisés, tal como es transmi- tida por Ex 34. Quienes viven bajo el nuevo pacto, participan en la gloria de Dios de manera más plena que Moisés (Ex 33.20). Por ello, serán transformados por el Espíritu a los efectos de reflejar la gloria de Dios.
El verbo transformar (metamorfóomai) sugiere una firme relación con Jesucristo como la imagen de Dios, el prototipo para todas las personas que le pertenecen y en las cuales él toma forma. El proceso en sí es gradual y progresivo (véase también Rom 12.2). La acción y el sujeto agente son indicados de manera críptica como por la acción del Espíritu del Señor. En la exégesis se discute bastante sobre la relación entre los dos genitivos del Espíritu y del Señor.
4.1: Ahora Pablo inicia una nueva sección, dedicada a extraer las consecuencias para su conducta en el ministerio. Como en todo momento, el apóstol basa también aquí su misión en la certeza de la misericordia de Dios y no en sus propias capacidades. En su caso concreto, esa misericordia se vincula directamente con el llamado al apostolado. Este ministerio no es otro que el apostolado del nuevo pacto, explicado en el cap. 3, especialmen- te en los vs. 6 y 8.
La consecuencia de la confianza de Pablo en su propio ministerio, tal como le fuera encomendado por Dios, es que no desmayamos. El verbo empleado aquí también puede interpretarse como no nos cansamos (traducción de Lutero), no descuidamos nuestras tareas, no desesperamos, no actuamos cobardemente (teniendo vergüenza del evangelio, véase Ro 1.16). En el NT el verbo se emplea como exhortación a la perseverancia, no en el sentido de un mero resistir el agotamiento físico o psíquico, sino de oponerse a la aversión. Ello se halla en interesante sintonía con los demás llamados a la resistencia y la perseverancia, que es como debe traducirse adecuadamente la familia de palabras de hypomonê, que lamentablemente se traslada con frecuencia a la palidez pasiva de la paciencia…
4.2: Pablo echa mano de la clásica figura de la renuncia, aplicándola a lo que no condice con su vocación. Con ello nos presenta una síntesis de lo que ocurrió en su conversión y al mismo tiempo brinda una descripción de su conducta ministerial – siempre en discusión con sus oponentes que le acusan de conductas inadecuadas para un apóstol. A la vez es posible que Pablo esté convirtiendo estas calificaciones en referencia polémica a la conducta de los oponentes mismos.
El empleo del verbo andar (peripatéô) es típicamente semita y designa la totalidad de la conducta y las actitudes. Ante el ataque a su estilo de vida y a su predicación, Pablo insiste en su integridad como mensajero verdadero, fidedigno, transparente de la gloria de Dios. De cierta curiosidad es la formulación (no) adulterar la palabra de Dios (véase también Ro 9.6). Pablo cierra sus explicaciones encomendándose ante Dios a toda conciencia humana.
3. Reflexionando con el texto
Si bien el texto evidencia una línea maestra, tiene varios focos peculiares sobre los que es importante reflexionar teológicamente.
Un foco del debate radica en el esclarecimiento de qué constituye realmente el criterio y la norma para comprender y aceptar la proclamación apostólica sostenida por la iglesia. Este texto y otros muestran que Pablo tuvo que defenderse de una serie de ataques, que reflejan dos flancos superpuestos en aquel contexto: por una parte, la discusión con quienes rechazaban directamente a Jesús; y por otra, la discusión con los llamados judaizantes. Luego de casi veinte siglos de historia conflictiva, con muchas culpas por el lado cristiano e increíbles sufrimientos del pueblo judío, se hace difícil seguir ciertos argumentos que se manejaban en la época neotestamentaria y que ensancharon las diferencias entre ambas configuraciones religiosas, la judía y la cristiana. Lo que hoy importa es encontrar vías de comprensión, de diálogo y de fortalecimiento mutuo frente a las tareas comunes de justicia y paz que tienen todas las religiones.
La discusión de Pablo con sus oponentes debe ubicarse, pues, en su dimensión histórica como momento clave en la búsqueda de clarificación de su propia identidad por parte del joven cristianismo. No tiene sentido, pues, seguir predicando hoy sobre la supuesta inferioridad de aquel velo.
Mucho más fructífero puede ser una reflexión sobre la vinculación decisiva entre la dinámica de la intervención de Dios en nuestras vidas, la palabra de Dios, la conversión y el compromiso personal y comunitario de quienes creen, viven y proclaman el evangelio. En este caso, la predicación puede concentrarse ya sea en 2 Co 3.18 ó 4.1-2.
Pablo elaboró esta relación a partir de su propia experiencia de conversión, subrayando en todo momento la primacía de la intervención divina cifrada en términos muy caros al protestantismo tales como misericordia, gracia, perdón, justificación. Asimismo, desarrolló la respuesta humana a esta intervención a partir de los conceptos de fe y amor – muy caros a todas las corrientes cristianas.
En esta línea, bien cabe decir algo sobre la desmitificación de los héroes humanos. En este texto, le toca a Moisés ser desmitificado o relativizado. A partir de este proceso que ocurre en el texto paulino, la reflexión puede pasar a cualquier otra figura humana a la que se le atribuyen superpoderes o cualidades espectaculares, pero que a la luz de la acción de Dios se evidencian como simplemente humanos.
En el centro de esta reflexión siempre ha de ubicarse la imagen y la presencia del Crucificado y Resucitado. Pablo no se cansó de subrayar la dependencia directa de su conversión, su persona y su ministerio de este Señor.
Toda postura, toda actitud, toda acción tiene un punto de partida. Para nosotros, como cristianos, cristianas e Iglesia, el punto de partida sólo puede ser el que ya señaló Pablo: el Señor Crucificado y Resucitado, en este orden y con esta formulación. La cruz sola significa depresión; y alcanza con mirar al Cristo lleno de sangre y lágrimas de los templos de la colonia española y portuguesa en nuestro continente para darse una idea de cómo fue usada la religión para acompañar la explotación de indígenas y esclavos africanos. Por otra parte, la resurrección sola puede derivar en gloria, iglesia majestuosa, éxito, teología de la prosperidad. Pero ambas juntas, la cruz y la resurrección, forman el camino del Mesías. Esto lo vio con total claridad Pablo, y ése es también el centro de la teología de la Reforma de la que somos herederos y herederas.
Junto a la cruz de Cristo y en medio de la comunidad formada por el Resucitado hay lugar para los miembros débiles, marginados, pobres, despreciados, abatidos, pecadores y desesperados de la sociedad. El ministerio encargado por el Señor a Pablo y trasladado también a nosotros está al servicio de estos miembros. Bien vale la pena recordarlo, agradecerlo, asumirlo; y pedirle a Dios que nos fortalezca en esta existencia contracultural, pues esta perspectiva y esta práctica van rotundamente en contra de la corriente de la sociedad.
El énfasis en la transformación (“metamorfosis”) por Cristo es una clara indicación de esta dinámica contracultural, pues si todo estuviera bien, en orden, en equilibrio, en paz, en estabilidad, etc., no existiría tal necesidad de transformación cualitativa. Pero ese conjunto enorme de personas, indi- vidualidades, estructuras, relaciones, conflictos y pecados que la Biblia llama mundo, no está bien ni en paz. Necesita transformación; y Dios obra nuestra participación en este proceso a través de Cristo.
Finalmente Pablo también advierte ante las “trampas” y tentaciones del ministerio: astucia, adulteración de la palabra de Dios, adaptación lisa y llana al “espíritu del momento”, manipulación del evangelio por intereses personalistas.
4.Rumbo a la predicación
4.1 – Vivimos en un mundo, una sociedad, una convivencia con exceso de conflictos; y somos parte de todo ello. Hoy el conflicto radical pasa por la exclusión de cada vez más personas – hijos e hijas de Dios – de una vida digna y realizada.
4.2 – Epifanía nos recuerda y nos hace presente la aparición, la revelación y la presencia de Dios en Jesucristo, el Señor crucificado y resucitado. En Cristo se superan las estructuras y relaciones viejas y se inicia la transformación.
4.3 – La intervención de Dios en nuestras vidas pone en marcha nuestra propia transformación y con ello, nuestra participación en la obra de Dios en este mundo. Nuestro compromiso es la respuesta a esta obra de Dios. Nuestro lugar de fe, celebración y servicio es la comunidad abierta a débiles, pobres, marginados, desesperados; en el seguimiento del Señor crucificado y en la esperanza por su resurrección.
Bibliografía
MARTIN, P. Ralph. 2 Corinthians, Word Biblical Commentary, Vol. 40, Dallas, Texas: Word
Books Publisher, 1986. (Versión electrónica)
WOLFF, Christian. Der zweite Brief des Paulus an die Korinther, THNT 8, Berlin: Evangelische
Verlagsanstalt, 1989.