Prédica: Romanos 6.1-11
Autor: Hans-Hartmut Hüfner
Data Litúrgica: Domingo Laetare
Data da Pregação: 16/03/1980
Proclamar Libertação – Volume: V
I – El texto
V. l: Entonces, ¿qué vamos a decir? ¿Debemos permanecer en el pecado, para que aumente la gracia? En ningún caso.
V.2: Nosotros que hemos muerto al pecado, ¿cómo seguiremos viviendo aún en él?
V3: ¿O acaso no saben que los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
V.4: Así fuimos enterrados junto a Él por el bautismo en la muerte, para que nosotros, igual que Cristo, que fué resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, también caminemos en una vida nueva.
V .5: Porque si estamos unidos por la semejanza de su muerte, lo estaremos también con la de su resurrección.
V.6: Conscientes de que algo de nosotros, el hombre viejo, fué crucificado con Cristo, para destruir el cuerpo del pecado, para que ya no sigamos sirviendo al pecado.
V.7: Pues el que ha muerto quedo liberado del pecado.
V .8: Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
V.9: Sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, no muere más. la muerte ya no lo dominará.
V.10: Su morir fué un morir al pecado para siempre. Su vivir, en cambio, es un vivir para Dios.
V .11: Así también ustedes considérense como muertos para el pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
II – Exégesis
Primero, para orientación dentro de la relación, se indicarán algunos puntos de demarcación. En nuestro contexto, Pablo desarrolla (partiendo de 5,1) Io que significa vivir bajo la gracia. En capítulo 6. el énfasis especial señala: Con Jesús hemos muerto al pecado, para vivir con Cristo en Dios.
Sin la acción de Cristo, el hombre viviría en el dominio del pecado que (lego al mundo con Adán (5,12). Por su desobediencia nos hicimos pecadores. El mandamiento dio validez completa a la parte mortal del pecado. Pero tanto más potente se hizo la gracia, que ha de reinar a través de la justicia (5;21).
Para delimitar el párrafo: Quisiéramos comenzar – como se propuso – tan solo con V.3, acertaríamos el punto de partida de la argumentación del Apóstol, es decir, la pregunta: ¿Podemos manipular y reforzar la gracia con ayuda del pecado? ¿Dejamos todo como estaba, permanecemos en el pecado y logramos el efecto de enriquecer Ia gracia? Tan solo en el trasfondo de esta pregunta se comprende la dinámica de abogar por una vida nueva.
V.1: En este 6. capítulo, Pablo plantea dos veces la pregunta, acaso el cristiano debe seguir pecando bajo la gracia (6,1 y 6,15). Según 3,8 la doctrina de justificación del Apóstol parece haberse encontrado con el siguiente malentendido: el pecado produce la gracia; portanto dejádnos pecar para que pueda actuar la gracia. Pablo rechaza enérgica y radicalmente esta idea, con el argumento: Hemos muerto al pecado a través del bautismo. Este acontecimiento nos Ilevó a compartir el destino de Jesús. Esto se desarrolla mediante dos razonamientos paralelos (V.5-7 y 8-10). V.11 enfatiza nuevamente esta cognición profundizada de la comunión con Jesús en la muerte y la vida.
V.2: El Apóstol, por principio, separa la vida bajo la gracia del dominio del pecado, diciendo que la muerte representa el limite entre el pecado y la gracia.
V.3: A través del bautismo participamos en la muerte de Jesús y de su poder salvador. Morimos junto con Jesús.
V.4: Esta idea es acrecentada ai extremo, para demostrar lo estrecho e inseparable de la relación y comunión con Jesús: A través del bautismo no solo estamos incluidos en la muerte de Jesús, sino que también estamos enterrados en esta muerte: Cristo y los bautizados se encuentran en un sepulcro. Esta relación estrecha, esta fusión íntima es necesaria para que también ese poder del Padre, que vence la muerte, pueda apoderarse de los bautizados. Este poder resucitó a Cristo de entre los muertos; y por eso – habiéndose alcanzado ya la similitud completa entre el camino de Cristo y el de los bautizados – debiera decirse también de estos que han sido resucitados. Esta formulación no aparece en ninguna parte como hecho. Parece que Pablo aquí se distancia conscientemente de aquellos círculos que impulsan la imaginación de la mística hasta una identificación del camino de Jesús con el de los bautizados, incluyendo la ejecución de la resurrección (compárese Col. 2,11 etc; Ef. 2,4 etc; 5,14). Para el Apóstol, la vida experimenta una innovación, sin embargo la paridad con la resurrección de Jesús queda para el futuro.
V.5: En cuanto a la interpretación de la formulación TO HOMOIÕMATI TOU THANATOU AUTOU, véanse los desarrollos correspondientes de Johannes Schneider (Omoioma, Dicc. Teol. 192,10). En todo caso, hacer depender una doctrina de bautismo de su significado, es una sobreinterpretación del concepto. Si se interpreta el concepto en el contexto y en comparación con Ef. y Col., entonces debe destacarse como acontecimiento concreto del proceso de bautismo: el hombre viejo muere al dominio del pecado, porque venció – como Cristo – s u poder. Nosotros morimos en la igualdad de su muerte, porque la vida bajo la gracia depende absolutamente del efecto de su muerte. Con igualdad, el Apóstol conscientemente formula en forma abstracta, porque la comunidad de la muerte de Jesús y de los bautizados consiste, justamente, en este aspecto decisivo: el poder del pecado está vencido. Pero – y aquí está la diferencia – la causa para nuestra vida renovada más allá del dominio del pecado, sigue siendo la muerte de Cristo. De su muerte mana la salvación, dentro de la cual somos incluidos.
V.6: El hombre viejo ha muerto, tal reza evidentemente la terminología del bautismo ya transmitida a Pablo (compárese Col. 3,10; Ef. 4,24), el cuerpo del pecado está destruido; con esto también se concluyó el servicio bajo el dominio del pecado.
V.7: Nuevamente escuchamos la misma aseveración, razonando desde el punto de vista del derecho. Las posibilidades del pecado concluyen con la muerte, el pecado pierde sus derechos (compárese 6,23).
V.8: Con Cristo muerto al pecado, esa es la base de una nueva existencia que ve el creyente, de una vida en Cristo.
V.9: Cristo ha sido retirado por completo del ámbito de influencia de la muerte, p. ej. no podría morir por segunda vez.
V.10: La única muerte de Jesús tiene poder definitivo. Su vida nueva se orienta tan solo hacia Dios. Los poderes del pecado y de la muerte ya no lo pueden afectar.
V.11: Partiendo de este cambio de poder, se traza nuevamente la paralela entre Cristo y los bautizados: Es así como han de evaluarse, como deben tasarse, de manera que estén muertos con respecto al pecado, pero vivos para Dios en Cristo, es decir, vivan en la gracia.
Derivando del capítulo 5, es notorio el cambio de tos títulos de soberanía de Jesús. Enfatizando el nuevo hombre, allí se hablaba de Jesucristo. En capítulo 6, con Cristo Jesús o Cristo, se subraya el significado del soberano definitivo. También son notorias las variaciones de preposiciones en V.3 EIS CHRISTON IËSOUN, en V.8 SYN CHRISTÕ y en V.11 EN CHRISTÕ IÊSOU (compárese V.23), también en esto se destaca hacia la estrecha comunidad con Cristo y la vida que surge de esta comunidad.. Pero – típico para Pablo -se evita la palabra resurrección para describir los hechos, a diferencia de los pasajes correspondientes en Ef. y Col.
Resumiendo: Una permanencia en el pecado para fortificar la gracia, no es posible; pues por el bautismo en la muerte de Jesús, hemos muerto con él para el pecado, para vivir ahora a partir de esta comunidad de destino para Dios, junto al Cristo muerto y resucitado.
III – Meditación
La maraña cada vez más profunda del hombre con el poder del pecado, su perderse en Ia muerte, provocan la piedad de Dios; Dios se apiada de la miseria del hombre. Esta cognición de la gracia de Dios en Jesucristo, hace surgir una idea realmente alocada: tendría que ser posible calcular la gracia, cuantiarla y multiplicaría mediante el trato con el pecado. La libre gracia de Dios es tocada por nuestras calculaciones de utilidad. La gracia recibiría su lugar determinado dentro de nuestra vida. El Dios del mandamiento fue inflexible. Con este Dios piadoso ya se podrá tratar, en último caso usando como presión el pecado que provoca a Dios, para incentivar bien la negociación con Ia gracia.
¡Cuán profundamente estamos encerrados en nosotros mismos, enredados por nosotros mismos, que deseamos transformar el regalo de Dios que supera todo pensamiento, en una figura de ajedrez de nuestra vida! ! Dosificar Ia gracia mediante Ia instalación del pecado, – qué ocurrencia! Somos religiosos, incluimos la acción de Dios en Cristo como factor posible en nuestro pensar y actuar, y, al mismo tiempo, nos guarecemos en forma calculadora de aquella influencia que podría cambiar por completo nuestra vida. De tal manera estamos apegados a nuestro concepto de la vida, a nosotros mismos y nuestras posibilidades, al pecado. Este quiere pervertir todo, incluso a la gracia.
Para que se vea este horizonte de una existencia que se supone cristiana, no se debe temer los ejemplos concretos que señalan la esencia del asunto. Pertenecen a este conjunto de problemas tanto el cristiano que desea comprar su participación en la iglesia mediante cuotas y ofrendas, sin cambiar su pensar y actuar acostumbrados, como una reglamentación eclesiástica que fomenta esta manera de pensar, la tolera y coquetea con ella. Dios, que se entrega libre y desamparadamente, y cristianos o una iglesia, que ingenuamente incluyen esto en sus especulaciones. Aquí se apela tanto a una iglesia que calcula y evita el riesgo, como a una que – incluyendo la gracia – llega a ser descuidada y osada. El intento de calcular y consumir la gracia es el símbolo máximo de nuestra equivocación. El hombre es su propia víctima, víctima de lo que domina e irradia su Ego, del pecado.
¿?Entonces también será pecado cualquier impulso ético, cualquier acatamiento – consciente o inconsciente – del mandamiento? ¿Están a igual altura, aquél que cree poder representar algo ante Dios y aquél que se sobresalta y deja conmover por la miseria del prójimo? Según como Pablo comprende el mandamiento, podemos decir con seguridad lo siguiente: El que corresponde a sabiendas o no a la ley, participa en aquella vida que Dios fijó como meta de la creación y del mandamiento. Cumpliendo el mandamiento se vive, tal como actuar con el pecado significa morir. Pero a través de la gracia reconocemos a quién están apegadas nuestras actividades en lo más profundo: al hombre viejo y, por ende, al morir.
Este movimiento mortal para nosotros se lo Ileva Cristo a su muerte. Morimos conjuntamente con la fatalidad que nos domina y de la que no podemos deshacernos por nosotros mismos. Nuestro actuar, nosotros mismos, somos Nevados a la muerte de Jesús a través del bautismo. Así y solo así es destruido el hombre viejo, egoísta, así muere al pecado.
Cuan desilusionante actúa esta fe, es esta autoevaluación. El tan ansiado, imaginado y planificado hombre nuevo, que es básicamente diferente, se forma tan solo en la muerte; pero tampoco en la muerte propia, sino solo en la muerte con Jesús, siendo crucificado y enterrado con él. Qué efecto amargo y molesto debe causar este mensaje, hasta que nos transforme – mediante la gracia – en un hombre nuevo, que acepta esta palabra de la cruz. Ahora Pablo también evita la apariencia del triunfo. En el bautismo ve, sin duda alguna, el nacimiento del hombre nuevo, el cual vive de la comunidad con Cristo mediante la fuerza de Dios para Dios. Seguro, ha comenzado una vida nueva, pero aún está sometida al sufrimiento, consiste en la esperanza (Romanos 8,18 etc). Es esto a lo que debemos aferramos. Por esto habla Karl Barth, con razón, del imperceptible punto x, en el cual comienza nuestra nueva vida. Y, a pesar de ello, esta nueva vida tiene dos puntos fijos de referencia, bien concretos y perceptibles. Uno es la muerte de Cristo, a la que nos Ileva el bautismo y el otro es aquél momento en que – confiando en este bautismo – volvemos a iniciar constantemente la vida nueva, aquel momento en el que salimos renovados de nuestro bautismo. Pablo no ha temido lo concreto, ni al describir los efectos del pecado ni describiendo la vida nueva. Este es un riesgo que debemos correr – confiando en la gracia e interpretando la gracia -, el de ser tan concretos en la prédica que no salgan perdiendo ni el grito de alarma referente al pecado ni la alegría respecto a un ejemplo de como Ilevar una vida nueva.