“La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron”. (Juan 1:5)
Queridas amigas y queridos amigos:
Les saludo con las palabras de las Escrituras en Juan 1:5 que dicen: “La luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron”.
Una vez más, al celebrar la Navidad, nos saludamos con la frase “Feliz Navidad”, incluso si sabemos que la vida dista de ser feliz para gran cantidad de familias, comunidades y países en todas partes del mundo. Para muchas personas, esta temporada puede estar marcada por el odio, la rabia y el recelo. La vida de muchas de ellas puede estar llena de decepción, soledad y profunda tristeza.
En medio de tanto sufrimiento y esa lobreguez, el evangelio nos ofrece la esperanza de la “…luz en las tinieblas…”
Cristo es la luz que resplandece en medio de la densa oscuridad; una luz que disipa las tinieblas del corazón humano aportando vida y esperanza. Luz del mundo, Jesús alimenta a las personas hambrientas, libera a las que están aprisionadas por los demonios, sana a las enfermas y enseña la Palabra de Dios a hombres y mujeres. Aún hoy, el texto sagrado refleja esa esperanza: “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Dios, que es misericordioso, sigue enviándonos esa luz que penetra y convierte nuestra oscuridad en día.
Al celebrar la Navidad, queridas y queridos amigos cristianos, somos llamados a ser portadores de la luz redentora de Cristo, tarea que puede conllevar enormes costos y sacrificios. No hay duda alguna que el mundo tiene urgente necesidad de la luz transformadora de Dios en estos tiempos de fragmentación e injusticias descaradas.
Hoy, el mundo se ve oscurecido por fuerzas que sofocan la vida, tales como la discriminación, la exclusión, el populismo, el racismo y la depravación humana. La manifestación de dichas fuerzas puede redundar en que la gente se desaliente y dude del poder de la luz de Cristo en nuestro mundo.
En medio de esas tensiones, la Navidad nos recuerda cómo Dios vino a nosotras y nosotros con amor. De ahí que, en lugar de desesperarnos, aceptemos la invitación de Cristo de ser agentes a través de quienes, Dios expresa su amor y compasión incondicionales por la humanidad.
¡Imaginen que distinto sería el mundo si cada una y cada uno de nosotros permitiéramos que la luz de Cristo resplandeciera en nuestras vidas, nuestras familias y nuestros entornos!
Que esa luz se encienda en el corazón de cada ser humano y en cada rincón de la Tierra. Que pueda transformar corazones de odio y brutalidad en corazones de amor. Qué Dios nos conceda la gracia de ser las manos y los pies de Cristo para que hagamos que la luz sea visible y transformadora para otras personas.
Dejemos que la Luz entre en nuestro corazón a través de la fe y que resplandezca en medio de la oscuridad de este mundo.
¡Feliz Navidad!
Arzobispo Dr. Panti Filibus Musa Presidente de la Federación Luterana Mundial